“ Nada. En el fondo, aunque sé que el comportamiento de Sandro no ha sido bueno, me da lástima por él. Como si no tuviera bastante con lo que tiene en casa” - respondió la rana.
“¿Y tú cómo sabes eso?” - preguntó Huga extrañada.
“ Veréis. Cómo habréis notado, falto desde hace 5 días…¿O es que nadie me había echado de menos?”
“Buenoooo….síííí….un pocoooo...algo….¿Sinceramente? Yo sí, Huga no”, - dijo Rija, a lo que Huga contestó con un pisotón continuo en la cola, lo que hizo que la lagartija rectificara. “Vale, está bien, yo tampoco…”
“ Gracias, “amigas”” - ironizó la rana. “ Bien, esos días que no he estado por aquí ha sido debido a que el lunes pasado, al terminar las clases, Sandro me secuestró. Me llevó a su casa y me metió en una lata vieja de salchichas, sin agua ni moscas, aunque por lo menos tenía la tapa un poco levantada y así pude respirar...y ver...y oír.”
“ Cuenta, cuenta” - insistía Rija mientras Huga, entre dientes, la tildaba de cotilla, aunque en el fondo ella también estaba deseando enterarse.
“ Pues escuchad. Sandro vive con su madre y su padrastro. Su padre biológico se fue cuando él apenas tenía un año y no ha vuelto a saber nada. Para salir adelante, su madre tuvo que trabajar el doble para así pagar todos esas cosas que no son gratis, precisamente: casa, luz, agua, comida, ropa y demás. Dejaba a Sandro todos los días con la portera de su bloque, una mujer mayor que además se hacía cargo de sus dos nietos pequeños. Sandro no recibía mucha atención. Su madre se volvió a casar hace un año pero al padrastro tampoco le gustan mucho los niños y ni le presta atención. Parece un hombre bueno pero llega cansado de trabajar, igual que la madre, y no le apetece estar escuchando al chiquillo. Aparte, el piso es pequeño y sin espacios cerca para jugar con otros niños, con lo cual Sandro tiene poca relación con otros chicos y chicas de su edad. Al niño, aunque parezca lo contrario, le encantan los animales y lleva tiempo queriendo un perro pero en casa le dicen que si los animales son un problema, que si es mucha responsabilidad, que si traen enfermedades y otras excusas por el estilo. ¿Comprendéis ahora por qué digo que me da lástima.”
“Hija mía, pareces del ¡Hola!2 - interrumpió Rija.
“ Calla, que ésto es muy serio” - sentenció Roma desde lo alto de la fuente.
“Está tan solo. Nadie se preocupa de él, de sus dudas, de sus problemas, sus sueños o inquietudes. No tiene con quien jugar, ni quien le proteja. Todo lo hace para llamar la atención pero lo único que consigue es meterse en líos. Ojalá pudiera oírme y saber que puede contar conmigo pero me faltan manos y voz. ¿No se dará nadie cuenta que esa es su forma de pedir ayuda’” - terminó Ana.
“ Pues bonita forma” - dijo Rija- “ Casi te mata hoy…”
“Nadie ha dicho que eso esté bien, Rija, pero no está acostumbrado a expresar sus miedos, sus dudas...Si pudiéramos ayudarle...” - sentenció Huga.
CAPÍTULO 5
¿QUÉ PASARÁ?
Ya había llegado el lunes. Tras lo sucedido la semana anterior, se había prohibido todo tipo de juego en el patio. ¡ Tampoco había que pasarse…!
“ ¡ Menudo rollo !”, comentaba Huga a Roma. Dicen que el nombre de esta paloma se lo pusieron porque cuentan que había nacido en la Ciudad Santa y que, cuando aún estaba aprendiendo a volar, fue a posarse en la ventana desde la que el Papa da la bendición Urbi et Orbi y que fue el Santo Padre precisamente, el que le pilló la patita con un postigo y por eso le faltan dos deditos. Sea cual sea su origen, este nombre la hace ser tan misteriosa, dulce y espiritual como la Ciudad Eterna.
“ Ésto es un auténtico fastidio” - continuaba quejándose Huga entre dientes, pero Roma sólo tenía ojos y oídos para aquel niño que lloraba junto a los columpios vacíos. Jamás había visto tanta pena en los ojos de un chiquillo.
“ Estoy harta de tan poca acción. Hasta echo de menos a Sandro” - seguía Huga erre que erre.
“ Pues calla y mira. Ahí lo tienes.” - le advirtió Roma.
Huga no se había fijado en él, pero a la paloma no se le escapaba nada. Roma llevaba tantos años aterrizando en el patio del colegio, que había aprendido mucho de niños mientras observaba desde lo alto del muro, esperando a que acabara el recreo. Cuando éste llegaba, aprovechaba los trozos de pan y otras meriendas que los niños y niñas tiraban al suelo. Y aunque no esté nada bien eso de tirar la comida, esta vez y como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga, y así Roma podía comer y llevarle algo a sus pichones.
Luis mientras se había acercado al niño. A Huga, por supuesto, se le empezó a caer la baba.
“ ¡ Cierra la boquita”, - le decía Nano con sorna, “ sólo tienes que presionar el maxilar superior con…”
“ ¡Cállate” - le replicaron todas a la vez. Y es que, a buen entendedor, pocas palabras bastan.
“ ¿Qué le ocurrirá? “. - se preguntó Ana en voz alta.
“Voy a enterarme” - dijo Roma. Y con dos movimientos de alas se plantó en el tejado del vestuario que hay junto a los servicios del patio. Rija reptó rápido para escuchar, así como Ana, que en tres saltos se plantó bajo el banco. Huga y Nano se quedaron con un palmo de narices y no tuvieron más remedio que esperar juntos, lo cual para la tortuga era bastante decepcionante por dos motivos; uno, por no enterarse de la conversación; y el otro, se llamaba Nano.
“ Y si me expulsan, ¿ dónde iré?” - se preguntaba Sandro entre sollozos.
“ Te buscarán otro colegio tan bonito como éste o más, ya verás. “ - trataba de consolarlo Luis.
“ Pero aquí tengo algún que otro amigo. Los niños y niñas saben quien soy. Además hay animales, que es lo que más me gusta. Quiero ser veterinario de mayor, ¿sabes?”
“ Espero no enfermar nunca” - pensó Ana - “No sé si Sandro me curaría o se comería mis ancas.”
“ Vamos, Sandro, no llores más. Verás como todo se soluciona” - decía Luis tratando de consolarlo.
“ No creo. Doña Teresa se ha enfadado mucho conmigo esta vez y el director dice que ya está cansado de mis cosas.”
“ Hombre, Sandro, es que han sido muchas y muy seguidas. Hasta Don Antonio ha sufrido en sus carnes tus travesuras” - apostilló Luis.
“ Eso fue una tontería” - replicó Sandro.
“ ¿Cómo?, ¿llamas tontería a echarle pegamento super-rápido en el maletín?. Todos los informes y documentos de su tutoría están aún pegados en el cuero. Tuvo que repetirlo todo, y no hablemos del tiempo que llevó pegado a la mano aquel trozo de cuaderno.” - recordó Luis.
Esa imagen hizo que la sonrisa volviera brevemente a la cara de Sandro pero la desilusión volvió aún más rápido.
Roma pensaba: “ ¿Por qué no dice nada?, ¿ por qué no cuenta lo que sucede?, ¿nadie sabe nada en este colegio?. Deberían conocer mejor a sus alumnos y alumnas antes de tomar decisiones.”
“ Rápido” - gritó mientras volaba hacia donde estaban Huga y Nano. “ Tenemos que solucionar ésto. Este es el plan.”
CAPÍTULO 6
EL GOLPE
Doña Teresa salió del colegio aproximadamente sobre las 7 de la tarde, después de terminar una reunión con el equipo docente. Se dirigió a coger su coche y, cuando fue a sacar las llaves del bolso, sintió que algo se movía dentro. Al susto le acompañaron un enorme grito y un salto hacia atrás, que hizo que el bolso cayera al suelo. De él, entre otros objetos, salieron Rija y Ana pero ni por esas soltó las llaves. Entonces Huga entró en acción y , aún sabiendo que podía salir malherida con su osadía, se coló debajo del pie de la nerviosa maestra y ésta perdió el equilibrio. Mientras descendía, dejó caer las llaves. Antes de que las volviera a coger, pasó Roma en un perfecto vuelo rasante y las agarró (con la patita buena) ante la sorpresa, cada vez mayor, de la mujer, que corrió detrás de la paloma. Roma se iba parando en cada esquina, dejando que la profesora se acercara y así la pudiera seguir.
La casa de Sandro no estaba muy lejos. Cuando llegaron, Roma depositó las llaves en una ventana. Doña Teresa llegó extenuada...despeinada, enfadada, y diciendo unas cosas feísimas. Agarró fuerte las llaves y se paró a tomar aliento. Roma también se paró en un árbol cercano, sintiendo la mirada fulminante de la profesora.
Cuando ya había repuesto algo sus fuerzas, se dispuso a marchar pero echó un vistazo fortuito por la ventana. Allí estaba Sandro, solo, aburrido en el sofá, ante un eterno bocadillo y sin más compañía que una televisión encendida en cualquier cadena, que es lo mismo que nada ni nadie.
Doña Teresa no sabía qué pensar. Su corazón se colocó por delante de su mente y se quedó mirando por la ventana. No sabemos el tiempo que estuvo allí, pero cada segundo le caía una lágrima, cada suspiro del niño, le daba un vuelco el corazón, y cada mirada perdida al infinito, le hacía retroceder a cuando empezó a estudiar. Magisterio se llamaba entonces. Cuando su única vocación era enseñar, todos los niños y niñas de este mundo. Y no sólo enseñar, conocerlos, oírlos, vivir con ellos, saber de sus sueños e inquietudes. No, su vocación no era enseñar a secas. Era ayudar, querer, escuchar, reír….compartiendo todo con ellos. Y también intentó recordar cuándo perdió aquella contagiosa sonrisa, cuándo fue la última vez que jugó a la comba en el recreo, cuándo dejó de cantar y bailar en las excursiones, siendo la primera de la fila. ¿ Cuándo perdió el amor de los niños y niñas por sus continuos enfados, sus desmesurados castigos y su constante mal humor?.
La vida, sólo la vida era la excusa, pero no había excusa más absurda. La vida era la que le había hecho ver y saber que su vocación era la vida misma, desde abajo, desde que no se sabe nada pero se dice todo, desde la inocencia y sinceridad de aquellos pequeños seres y sus grandísimas almas.
Al día siguiente, todo el mundo esperaba en el patio el fatal desenlace. Sandro se había despedido de sus pocos amigos. Doña Teresa bajó las escaleras del patio. Pero hoy estaba distinta. A Pili, la de 5ºA le tocó cariñosamente la cabeza; a Juan, el de 4º, le chocó los “cinco”; a Cisco, el de 3ºB, lo subió y dio dos vueltas con él en el aire. Se le veía feliz, radiante, guapa por fuera...y por dentro. Llegó hasta donde estaba Sandro. El niño, entre temeroso y sorprendido, bajó la cabeza. La profesora le cogió ésta con una mano y acercándolo al pecho, le dio un enorme abrazo...de oso.
“ Pero, ¿qué hace, Doña Teresa?”, fue lo primero que le salió decir al chico.
“Nada de Doña Teresa. Llámame Tere. Muchas gracias, Sandro, gracias por ser un niño” - dijo la profesora visiblemente emocionada.
“ ¿ Qué iba a ser si no, Doña….,perdón, Tere?”, dijo el asombrado niño.”¿ Una tortuga?”
“ Podrías haber sido un niño injustamente expulsado del colegio por mi culpa, sin haber tenido la oportunidad de conocerte.” - contestó Doña…., perdón, Tere.
“ Entonces…¿no me van a expulsar?” - preguntó el chaval sorprendido.
“ Claro que no. Deberían echarme a mí, pero creo que me van a dar otra oportunidad.”
Sandro no entendía nada, y menos aún, cuando vio que su madre entraba en el patio y se acercaba a él con lágrimas en los ojos.
“ Esto es “demasiao”” - se dijo el chiquillo.
“ Tu profesora nos ha llamado para decirnos lo contenta que está contigo, aunque dice que debes trabajar un poco más la expresión oral” - dijo su madre.
“ Lo siento mamá. Intentaré hacerlo mejor” - fue lo único que acertó a decir Sandro, que aún estaba alucinando.
“ Y nosotros repasaremos comprensión y diálogo. No nos habíamos dado cuenta de lo solo que estabas, sin nadie a quien comunicar tus problemas, tus inquietudes, ni siquiera preguntar las dudas de clase. Esto no va a suceder más. Te necesitamos...y nosotros a ti. Perdona.” - dijo la madre de Sandro directamente desde el corazón.
Sandro, que no salía de su asombro, intentó sacar tajada. “¿Podemos tener un perro?”
“ Eso ya sabes que no es posible. Un animal necesita cuidados y tiempo. Es una gran responsabilidad, pero te prometo que iremos a la perrera de voluntarios. ¿Te parece?” - compensó su madre.
“ Bien, con eso me conformo.” - dijo Sandro.
Aquella historia acabó bien, pero todavía hacen falta más profesores y profesoras que recuerden cada mañana cuál es su vocación, más colegios abiertos para que niños y niñas tengan un lugar donde jugar y aprender, más padres y madres con tiempo para sus hijos, más niños que sean sólo niños, y por supuesto, más animales, incluso de aquellos a punto de desaparecer.
“ Aunque ser animal es una ventaja en muchas ocasiones. Tú, Roma, puedes perderte volando con esas hermosas alas, en caso de peligro; Rija, si hay problemas, trepa por la pared hasta donde el mal no puede alcanzarle; Nano se mete bajo tierra y Ana se sumerge. Hasta yo tengo un caparazón fuerte y duro que suple mi lentitud, pero a estos niños y niñas, ¿quién los protege?. Ojalá les pudiésemos prestar nuestros poderes, ¿verdad?”, comentaba Huga con sus amigas mientras hacían su tabla de “body-worm” dirigidas por Nano. Era la promesa que hicieron si el problema se solucionaba. ¡Todo no iba acabar bien !